Galicia copió de la Bretaña francesa su próspera industria de conservas de sardina del siglo XIX. Pero en la década de 1880, desapareció misteriosamente del Finisterre galo el preciado pescado azul. La pesca y las fábricas del primer exportador mundial de pescado en lata se fueron al tacho. Y los productores franceses miraron entonces hacia Galicia y Portugal donde la abundancia de la sardina permanecía intacta.